viernes, 18 de septiembre de 2009

El último paquete

Este es un cuento que escribi para una tarea de publicidad, se llama El último paquete.

Me costó mucho comenzar a escribirlo, pero me gustó el resultado.


Todos sus vecinos se lo advirtieron: cuando llegaran las infernales máquinas, Meredith se olvidaría de él. Le habían contado que iban llegando por partes y que mientras más llegaran menos lo necesitarían, pero Rómulo no les creyó.

Meredith vivía sola en esa casa desde hacía 2 años, y desde entonces Rómulo le había hecho compañía. Ella era una dulce y tímida joven de 22 años. Él un peculiar y colorido buzón cuyo día favorito era el martes, cuando llegaban las cartas y Meredith acostumbraba sentarse bajo el árbol a leerlas. Rómulo siempre fue el buzón más envidiado de la cuadra, no había martes que el cartero pasara por allí sin visitarlo.

Aunque fue también un martes cuando las cosas comenzaron a cambiar. Ese día, en vez del escuálido muchacho que iba en bicicleta de casa en casa entregando los alegres sobres de colores, llegó un robusto hombre cargando una pesada caja, que evidentemente no introdujo en Rómulo. Pasó de largo hasta la puerta sin siquiera mirarlo. Allí entregó personalmente el gran paquete a Meredith, quien no dejaba de sonreír mientras firmaba cada uno de los papeles que el hombre le pasaba. Rómulo se sintió fatal, pero ni aún así quiso creer las cosas que sus envidiosos vecinos le habían contado.

Este evento se repitió durante 4 semanas. Y no importaba si las cajas eran grandes o pequeñas, nunca era Rómulo quien las recibía, el pobre buzón moría de la angustia pensando en cual sería el interior de las cajas. Se trataría de una licuadora nueva, de un secador de cabello más potente o tal vez sería un televisor de mayor tamaño. Pero pronto comprendió que se trataba de algo mucho más complejo, una maquina maléfica tan potente que debía ser comprada y armada paulatinamente.

Todo este tiempo el cartero seguía visitando a Rómulo, aunque cada vez eran menos los coloridos sobres que recibía. Hasta el nefasto día que llegó el “último paquete”. Así lo llamo el hombre robusto y con ese nombre lo conoció siempre Rómulo. Después de ese día los únicos sobres que recibía eran los azules. Los bancarios

Meredith sólo hablaba de algo que él no logró entender nunca, y es que el correo electrónico había llegado también a esa casa destruyendo La hermosa relación entre una joven tímida y dulce y su colorido y peculiar buzón.



Para ver la ilustración mirad aquí (mi flickr)

http://www.flickr.com/photos/paola-scz/sets/72157622282750157/

domingo, 13 de septiembre de 2009

son casi las 6 como cada mañana... (Joaquin Sábina)

estoy sentada en la mesa del comedor de mi casa no me he parado, solo tecleo y tecleo, estoy cansadisima y afuera todo esta como se supone que debe estar: los pájaros comienzan con su canto, para anunciar que llegó un nuevo día, sin percatarse que aquí dentro alguien no quiere escucharlos, no quiere saber que se le fue la madrugada entre tecla y tecla, que hoy su día no se acabará, que no ira a dormir...