domingo, 1 de mayo de 2011

El vestido de mi infancia


La primera acepción que registra el DRAE para la palabra madre señala lo siguiente “1. f. Hembra que ha parido”.­­­ Yo, obviando el hecho de que detesto el término “hembra”, considero que este concepto es bastante limitado; una palabra tan sublime como madre no puede ser adosada a una mujer sólo por el hecho de parir. Una madre es, por mucho, la figura más importante para el desarrollo de cualquier persona. Generalmente, son ellas quienes nos enseñan las primeras letras y valores como el respeto, la comprensión y la humildad que serán fundamentales para el resto de nuestras vidas. Sin embargo, no todos tienen la suerte de gozar de la compañía maternal por mucho tiempo y para estas personas, entre quienes me incluyo, es lógico que los objetos de la infancia más valiosos sean aquellos que guardan una estrecha relación con ese ser tan especial.

El objeto al que haré referencia en esta ocasión es un vestido, uno con un estilo muy romántico, en el que están presentes algunos tonos tierra como marrón y beige acompañados por colores lavados como verde, rosa, azul y vinotinto. Este fue el último vestido de fiesta que me regaló mi mamá y fue el que usé el primer diciembre que pase sin ella, por eso lo recuerdo y lo conservo con tanto afecto.

La tela de este vestido tiene un estampado de árboles, flores y frutas. Además, posee, en la parte superior e inferior, un paisaje con

reminiscencias de antaño, en el que personajes vestidos con trajes de finales del siglo XIX disfrutan de un día de campo a las afuera de casas con la arquitectura clásica de ese siglo. La parte más cercana a los hombros del vestido tiene una franja azul pálido en el que se muestra un abecedario con tipografía amarilla que emula la hecha con bordado de punto de cruz; aunque la descripción de este estampado suena a desastre gráfico seguro, es en realidad una exótica mezcla de texturas visuales que convergen armoniosamente en una misma superficie.

Cada uno de los pétalos que rítmicamente se encuentran en este vestido guarda un recuerdo íntimo y lejano; y por íntimo y lejano es imposible constatar su veracidad. Pero son tan pocos los recuerdos aún conservados que no me importa inventarme algunos.

Son muchas las preguntas que me surgen al ver este vestido: ¿Cuántas historias habrán escuchado los encantadores personajes que bordean el final de mi vestido?, ¿Quién estará detrás del diseño de esta hermosa pieza?, ¿Qué aspectos habrá tomado en cuenta mi mamá al momento de elegir este y no otro vestido? Son muchas las preguntas pero muy pocas respuestas.


Paola scz